miércoles, 23 de julio de 2008

De niño no me gustaban, los libros ni las sotanas, ni salir en procesión.
Era tan desobediente, como el viento de poniente, revoltoso y juguetón.
En vez de mirar pal cielo, me puse a medir el suelo que me tocaba de andar.
Y nunca seguí al rebaño, porque ni el pastor ni el amo, eran gente de fiar.


Como aquel que calla otorga, aunque la ignorancia es sorda, pude levantar la voz, más fuerte que los ladridos, de los perros consentidos, y que la voz del pastor.


Empecé haciendo carreras, por atajos y veredas, muy estrechas para mí.
Y decían mis vecinos que llevaba mal camino, apartao del redil.
Siempre fui esa oveja negra que supo esquivar las piedras, que le tiraban a dar.
Y entre más pasan los años, más me aparto del rebaño, porque no sé a dónde va.

José 'El Cabrero'.

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